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Bodegones: el arte de lo quieto
Bodegones: el arte de lo quieto
Hay algo profundamente íntimo en un bodegón. No necesita palabras ni movimiento: basta la luz sobre una copa, una flor detenida en su punto justo, una jarra que parece haber sido dejada ahí hace un momento. Es una escena inmóvil, sí —pero llena de vida visual.
En Testimonia, miramos los bodegones a otra velocidad. Son obras que invitan a detenerse en los detalles: las texturas de cada elemento, los tonos contrastados, el silencio que se siente. Nuestra colección es una selección de cuadros cuyas temáticas varían entre la particularidad de las flores, las texturas de las frutas y los patrones de las conchas marinas. Para quienes ven en lo pequeño de estos objetos una grandiosa maravilla visual.
El bodegón, como género, nació para dar protagonismo a lo cotidiano. Desde los talleres de pintores holandeses del siglo XVII hasta los estudios silenciosos de Morandi o Cézanne, ha sido un terreno fértil para jugar con la composición, el color, la luz. Nos impresiona la dirección de arte ocupada para llevar a cabo estas composiciones: no solo la técnica de retratarlos como si pudiéramos tocarlos, la composición es la primera parte para lograr estos resultados. Aunque históricamente fue considerado un arte de estudio, los artistas lo usaron para decir mucho más de lo que parecía: sobre el paso del tiempo, la belleza, el deseo, la fugacidad.
Hoy, esos mismos códigos viven en cada pieza elegida para esta colección. Son obras pensadas para transformar distintos espacios del hogar: una cocina, un comedor, un rincón de lectura. Un cuadro de bodegón puede convivir con estilos modernos, rústicos o nostálgicos. Los bodegones de Testimonia no solo decoran: editan el ritmo de un espacio.
